Thursday, August 02, 2007

Monarquía

En los capítulos 2 y 5 de “Democracia Bastardeada” comentábamos el vicio más reiterado de nuestros políticos que, por todos los medios, intentan y logran perpetuarse en el poder. Lo mejor será recrear lo que fue escrito:

(Cap. 2) “Recordemos que no se trata sólo de la continuidad del presidente o del gobernador, sino de los miles de personas que conllevan sus poderes, familiares inclusive. Cada uno de ellos arma su propia “quinta”, grande o pequeña, donde hace y deshace con la soberbia de quien se siente intocable en años de permanencia. Cuatro años es bastante en la conducción del Estado y en el manejo de sus dineros; ocho años ya es demasiado, tiempo más que suficiente para borrar huellas de transgresiones y hasta para exhibirlas con impune descaro.

Nuestra experiencia dice que a nadie se le puede pedir, exigir o creer que será un buen funcionario, en el nivel que sea, del partido que fuere, con los antecedentes que exhiba y menos con las promesas que haga. La solución está en eliminar la reelección inmediata, manteniendo los cuatro años de ejercicio”.

(Cap. 5) “El primer cuerpo normativo y preventivo es la Constitución Nacional, por ello, debemos ir a ella en busca de atacar la raíz de los vicios. Hemos visto en el Capítulo 2 que la necesidad prioritaria es eliminar la posibilidad de reelección inmediata. Es el mayor de los males, que se manipula y amplía llevando a regresiones feudalistas ejercidas en varias provincias, en incontables intendencias, en el País en varias oportunidades, con formas y pretextos diversos, y con reediciones siempre actuales. Por lo tanto, en virtud del sistema republicano federal, lo que a continuación se diga a nivel nacional, implica proponerlo igualmente en provincias y municipios.

El artículo 90 de la Constitución debería decir: “El presidente y el vicepresidente duran en sus funciones el término de cuatro años y no podrán ser reelegidos o sucederse recíprocamente en un periodo consecutivo. El presidente y vicepresidente no podrán ser sucedidos, en un periodo consecutivo, por parientes de primer o segundo grado””.

Ahora, agosto de 2007, la pretensión continuista se reitera lamentablemente, una vez más. El Presidente de la Nación quiere ser sucedido por su esposa (adivinen, si ocurre, quién sucederá a la esposa). Las cuentas parece que le cierran: un Congreso con mayoría obsecuente, una buena parte de electorado cautivo (tradición y clientelismo) y partidos políticos que, por sí o unidos, no logran una fuerza suficiente de oposición y alternativa.

Elecciones mediante, será un vicio más pero legal, claro (lo importante es convertir cualquier barbaridad en “legal”). Bueno sería, entonces, que nos sinceráramos de una buena vez: no viviríamos más en una república, perteneceríamos a una monarquía.

Es el turno de la Nación: le corresponde dar una lección cívica, como hizo la provincia de Misiones el 29 de octubre de 2006.

Jorge B. Hoyos Ty.
2 de agosto de 2007