Wednesday, June 07, 2006

Cap. 1, Panorama - Democracia bastardeada

Desde hace más de dos mil quinientos años, el ejercicio de la democracia debería haberse perfeccionado. Por el contrario, han tenido un desarrollo sobresaliente las trampas, los grises, los atajos, las vergonzantes diferencias sociales, las flagrantes injusticias.

Los procesos eleccionarios son notables ejercicios repetidos de promesas e incumplimientos; de lo que se trata es de ganar, después no importa si hasta se hace todo lo contrario. Con todo descaro, se ponen en juego clientelismos, alianzas inverosímiles, despilfarros publicitarios, uso del erario, muertos que votan, una suerte de "todo vale" con el fácil justificativo de "ellos lo hacen, tenemos que hacerlo nosotros", no importa si se ha pregonado querer hacer "una nueva política". Por si fuera poco, ni bien terminados los comicios, aparecen los que se pasan al partido ganador en volteretas increíbles que defraudan a quienes los votaron o, con igual efecto, cuando el Ejecutivo traslada y convierte en sus funcionarios a legisladores electos.

Algo tan fundamental como la independencia de poderes, está pulverizada. El Poder Ejecutivo impone decisiones a los representantes de su partido en el Poder Legislativo y a todo él si cuenta con mayoría. Al Poder Judicial no hay Ejecutivo que tenga algo o mucho que cambiarle para no tenerlo en contra o, mejor, directamente a favor. Montesquieu (1689 – 1755) afirmaba que si se permite que dos o tres poderes se unan bajo las mismas manos desaparece la libertad. Hace 300 años que lo dijo (por acá estábamos en plena colonia) pero es lo que nos viene ocurriendo. Es el poder por el poder mismo; no se concibe el gobierno sino a través del poder absoluto. Se ha dicho, también, que "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente" y así es, somos testigos, lo venimos sufriendo por generaciones.

En juego perverso, los partidos políticos parecen quedar al margen, porque electo Pedro del partido A, su gestión se transforma en "pedrismo" y aparecen los "pedristas" por todos lados, cual partido ad hoc. Entonces, aunque lo actuado por el "pedrismo" haya sido un reverendo desastre, en las elecciones siguientes el partido A vuelve a presentarse, sin pudor alguno, con otro candidato, que aún despotrica contra Pedro, porque la responsabilidad exclusiva es del "pedrismo", ¡el partido A se presenta libre de culpa y cargo!

Mientras tanto, el país que hay que construir, la nación que hay que gobernar quedan de lado o, en el mejor de los casos, en un segundo plano, porque los esfuerzos cotidianos están consumidos en ese ejercicio excluyente del poder (poder económico, claro, manejo de las arcas del Estado), que es imperativo asegurar y perpetuar, porque al día siguiente de ganar ya hay que ocuparse de la reelección, si no de sí mismo de un familiar (el partido –con los centenares de miles de personas para ocupar cargos públicos en todo el país- acompaña al líder, mejor si es, también, su jefe formal). Basta con mirar las familias apropiadas de provincias, donde se rotan los hermanos, esposas y parientes en gobernaciones, ministerios, senadurías, etc. En escala más general, venimos asistiendo a la consolidación de una "élite política" que se auto sostiene y se aferra a manera de clase monárquica que, con descaro, disfruta de los dineros del Estado, para asignarse sueldos a sí mismos, viajar por todo el mundo con mil pretextos o incrementar velozmente sus patrimonios, por ejemplo.

La consecuencia, dicho demasiado suavemente, es una "ausencia del Estado", que colapsa en pequeñas o grandes dosis, por imprevisión, por negligencia, en cualquier ámbito, donde desgracias o graves inconvenientes ponen al descubierto falencias consuetudinarias, trátese de un puente que se rompe y niños de una escuela se matan, de asaltos y secuestros, de inundaciones, de transportes que dejan de funcionar e inmovilizan brutalmente a centenares o miles de pasajeros; de hospitales y escuelas en estado calamitoso, de universidades sin recursos; de faltas de electricidad en verano o de gas en invierno, etc. No es preciso enumerar lo que todos conocemos por los medios de comunicación y por nuestras propias experiencias, a pesar de lo bien que estamos según las versiones oficiales, incluyendo grandes discursos y propagandas que tratan de presentar parches como grandes remedios o de explicar lo inexplicable, no exentos de subterfugios como "son asignaturas pendientes" o "podemos equivocamos, somos humanos".

El país funciona en una suerte de suma de inercia y resignación o rabia. Inercia benévola del cotidiano buen trabajo de mucha gente, resignación o rabia por un país donde crecen la desigualdad y la exclusión aún si aumentan los índices económicos. Lo que quiere decir: muy mal gobernado y administrado para la mayoría de la población pero, muy bien gobernado y administrado para una reducida minoría que usufructúa la riqueza del país. Así se entiende que sea capaz de producir alimentos para 300 millones de personas (lo que no es ninguna exageración, tanto en cantidad como en variedad) y, sin embargo, con sólo 36 millones de habitantes, tiene gente que padece hambre o revuelve tachos de basura y basurales para alimentarse, dentro de un 40% de población por debajo del nivel de pobreza.

Algo habrá que hacer para preservar la democracia, el sistema republicano, para pertenecer a una sociedad mejor armonizada, donde cada ciudadano de cualquier rincón de país, sea aborigen en el Chaco o poblador de una gran ciudad, viva decentemente y pueda realmente tener "igualdad de oportunidades" para construirse un nivel de vida cada vez mejor.

Un país tiene miles o millones de pequeños a grandes problemas que solucionar, que satisfacer correctamente dentro de sus fronteras. Tomarlos uno por uno, o partes por partes, o tema por tema, parece una tarea de nunca acabar. Quizá haga falta buscar soluciones que se dirijan a lo estructural, en el sentido de encontrar y corregir en su origen lo que está produciendo esta forma tan mezquina de vivir "en democracia, en una república".

Pero de esto trataré de ocuparme en el próximo capítulo.

Jorge B. Hoyos Ty.
Junio de 2006