Sunday, July 09, 2006

Cap. 2, De tiempo y compatibilidades - Democracia bastardeada

Decíamos en el Capítulo 1 que quizá haga falta buscar soluciones que se dirijan a lo estructural, en el sentido de encontrar y corregir en su origen lo que está produciendo esta forma tan mezquina de vivir "en democracia, en una república".

Esto significa, en otras palabras, que las deficiencias pueden no ser técnicas, ni siquiera políticas. Lo que la república tiene es una falencia moral que corroe, en su base, las decisiones políticas o técnicas. Veamos lo que nos ocurre con dos aspectos fundamentales: el tiempo y las compatibilidades del poder.

El tiempo es componente sine qua non del poder, cualquier plazo es molesto y si puede eliminarse, mejor. El periodo presidencial se redujo de seis a cuatro años con reelección; entonces, nadie quiere irse antes de los ocho años. Pero, no es suficiente; a nivel nacional no han faltado intentos de mayor permanencia, y hay provincias donde la reelección de funcionarios puede hacerse indefinidamente, ¡de por vida! Todo lo que hace falta para legalizar tal aberración es contar con un Legislativo subordinado.

Recordemos que no se trata sólo de la continuidad del presidente o del gobernador, sino de los miles de personas que conllevan sus poderes, familiares inclusive. Cada uno de ellos arma su propia "quinta", grande o pequeña, donde hace y deshace con la soberbia de quien se siente intocable en años de permanencia. Cuatro años es bastante en la conducción del Estado y en el manejo de sus dineros; ocho años ya es demasiado, tiempo más que suficiente para borrar huellas de transgresiones y hasta para exhibirlas con impune descaro.

Nuestra experiencia dice que a nadie se le puede pedir, exigir o creer que será un buen funcionario, en el nivel que sea, del partido que fuere, con los antecedentes que exhiba y menos con las promesas que haga. La solución está en eliminar la reelección inmediata, manteniendo los cuatro años de ejercicio.

Si al cabo de su periodo resultó malo, no se lo soporta más de cuatro años Si fue bueno, nada impide que lo suceda otro mejor. Pero hay un beneficio democrático adicional y de la mayor importancia: más personas participan en el gobierno; más ciudadanos, en cualquier función, ejercen la conducción de los intereses de la nación y, concluidos sus mandatos, tienen experiencia cierta para juzgar sobre lo bueno y lo malo en los comportamientos oficiales. Se esparce el conocimiento de la función pública, es decir, se destruyen los tabúes, los sabelotodo y las decisiones arbitrarias que son la esencia y las herramientas de las "quintas".

Claro está, no es suficiente; siendo testigos de tantas trampas continuistas. Será necesario establecer: a) que en la reelección inmediata no puede participar ningún familiar de primer y segundo grado, y b) que el criterio se aplica, en todo el país, a toda función pública electa y a todos los cargos nombrados por o derivados de ella (los llamados "cargos políticos", por ejemplo, un intendente nombra secretarios, directores, etc.).

Y aún falta algo más: que esta forma de reelección sea extensiva y obligatoria dentro de la organización de los partidos políticos. Es la única manera de velar por su renovación y actualización constantes, de cara a las necesidades de la nación, porque, es precisamente dentro de ellos, donde se cultivan y desarrollan los personalismos, nepotismos, verticalismos y "quintas" expresadas en "trenzas" y "punteros", por ejemplo.

"Compatibilidades del poder" se refiere a la difundida convivencia, en las mismas personas, de funciones partidarias (cargos dentro de un partido político) y de funciones públicas. Esto tiende no sólo a concentraciones personales de poder sino, consecuentemente, a la desnaturalización funcional de los partidos políticos (en una ciudad, por ejemplo, el intendente es, también, el jefe de su partido en ella, un concejal sigue ejerciendo su cargo partidario, etc., y así, lo vemos en niveles provinciales y nacionales).

El partido político es (o debería ser) el generador y depositario de sus principios, ideas y programas de gobierno. Se trata de una identidad de pensamiento y acción que la estructura del partido debe mantener independientemente de si gana o pierde una elección, si realizan o no funciones de gobierno. Cuando las mismas personas ejercen cargos públicos y mantienen sus cargos partidarios, lo que consiguen, en los hechos (y lo vemos a diario), es subordinar al partido; el partido deja de existir como respaldo y contralor de sus acciones, no tienen ningún inconveniente de decidir por sí y sólo por sí; no serán ellos mismos quienes se priven de comportamientos arbitrarios y ajenos a lo que creyeron los electores. Es así que resultan haciendo, desfachatadamente, aún todo lo contrario de lo que ellos mismos pregonaron. Es así como los partidos políticos se esfuman y sólo reaparecen con estruendo como "aparatos", como máquinas electorales.

Corresponde restituir en todos los partidos políticos la incompatibilidad entre cargos partidarios y cargos públicos. Ya existió, por lo menos en aquellos partidos que surgieron con efectiva vocación democrática, pero fue anulada en pos de ese desmedido afán hacia el poder absoluto. No es nada complicado: la persona designada en función pública renuncia a su cargo partidario y éste se cubre de inmediato (no queda vacante, sería una trampa más).

La incompatibilidad, además de generar también la participación de mayor cantidad de militantes en la conducción interna de un partido, deja al descubierto e impide el reiterado vicio de los funcionarios de actuar personalmente y solventar con dineros públicos sus campañas proselitistas, propias y partidarias. La incompatibilidad significa que tales campañas son exclusivas de los partidos políticos y vedadas para los funcionarios, que han sido designados para gobernar y no para tomar ventaja de sus cargos y de los erarios que manejan.

Son así, dos fallas fundamentales de índole moral, que sostienen los vicios del poder y del poder absoluto. Hay otras, pero éstas están allí, en la raíz misma de los malos comportamientos de todo tipo.

Jorge B. Hoyos Ty.
Julio de 2006