Sunday, August 20, 2006

Cap. 4, Para amenizar la reunión - Democaracia Bastardeada

Recordemos tres chistes muy conocidos:

Primero

Juan viaja al primer mundo y visita a su amigo John. Queda admirado de su riqueza; una casa fantástica con todas las comodidades imaginables, piscina interior temperada. Cómo puede ser que tenga tanto dinero. "¿Ves esa autopista que pasa por allá? Es mía", explica John.

John devuelve la visita y se deslumbra con la opulencia de Juan, una casa impresionante; tiene más dinero que él. "¿Ves esa autopista que pasa por allá? Es mía", explica Juan. "¡Yo no veo nada!", se sorprende John. "Por eso tengo más dinero que vos", responde Juan.

Segundo

Juan le dice a su amigo senador que Juancito es un vago que necesita sentar cabeza con un trabajo.

- No te preocupes, lo nombro mi asesor – responde el senador.
- ¿Cuánto va a ganar por mes? – quiere saber, Juan.
- 20.000 pesos.
- ¡No! ¡Es mucha guita! ¿Qué va a hacer este pendex con tanta plata?
- Veamos – dice el senador –, lo nombro mi asistente, son 10.000 pesos.
- ¡No, no, sigue siendo mucho para Juancito!
- Bueno, bueno, también hay cargos de 500 pesos, pero no ...
- ¿Por qué, no?
- Porque, para esos cargos, hace falta título universitario.

Tercero

En la Exposición Rural de Palermo, entrevistan al senador, hombre de campo si los hay:

- ¿Qué piensa de los toros, senador?
- Que se han hecho para servir a las vacas.
- ¿Y, de los políticos?
- Que se han hecho para servir a la patria.

Acidas ocurrencias del imaginario popular, una verdadera pintura vernácula.

Jorge B. Hoyos Ty.
Agosto de 2006

Cap. 3, Absurdos - Democracia bastardeada

Vivimos sumergidos en absurdos que por repetidos nos parecen normales o, en el mejor de los casos, si reparamos en ellos, rápidamente los perdemos de vista en el cotidiano devenir azaroso. Veamos sólo dos.

Las huelgas, los piquetes, ¿para qué se hacen? Entre otros, para protestar por una injusticia social, por un derecho conculcado. ¿Ante quién se hacen? Ante la opinión pública; ante la ciudadanía que en distintas circunstancias y lugares toma contacto con los manifestantes; ante los medios de comunicación que difunden los eventos.

Pero, ¿quiénes tienen que tomar conocimiento de las protestas? ¿quiénes tienen que hacer algo relativo a ellas, para solucionarlas, se supone? ¿Quiénes? Los funcionarios de las áreas pertinentes del Estado y ... ¿Por qué los funcionarios del Estado se tienen que enterar de tal manera? ¿no deberían estar enterados ya? ¿no deberían conocer los problemas y estar trabajando en solucionarlos o, mejor aún, haberlos solucionado ya? ¿Por qué a los funcionarios del Estado hay que avisarles de los males que ocurren dentro del Estado?

Aún en el caso que la protesta sea contra un ente particular, la huelga debería ser un recurso absolutamente extremo y demasiado raro, porque significaría que ni legisladores advertidos, ni todo un Ministerio del Trabajo, ni siquiera el Defensor del Pueblo, han servido para aportar una solución. Y el colmo de los colmos ocurre cuando los propios trabajadores del Estado van a un paro, entre otros, por sueldos misérrimos o pagos en negro que atentan contra sus jubilaciones.

Costó mucho conquistar el derecho de huelga, recién después de 1850 las Estados occidentales empezaron a concederlo. La constitución argentina lo reconoce en su artículo 14 bis. Pero ha pasado mucho tiempo y no parece que hayamos evolucionado suficientemente para que, por falta de acción de los políticos en función de gobierno, por ausencia del Estado, tengamos huelgas y piquetes por los más diversos motivos, en cualquier lugar, a cada momento,

Y son absurdos sobre absurdos, tales los enrejados y dispositivos policiales con que los funcionarios del Estado rodean a sus edificios, tanto les molestan los reclamos; los representantes del pueblo resguardándose groseramente de sus electores.

La deuda externa argentina es del orden de 140 mil millones de dólares pero ocurre que, simultáneamente, los argentinos (sólo unos cuantos, por cierto) tienen en bancos del exterior 110 mil millones de dólares. No hace falta actualizar valores porque esos son los órdenes, es lo que importa (la deuda que se pagó al FMI era de sólo 9 mil millones, por ejemplo). Es ilustrativo saber que un reducido sector de argentinos (particulares, empresas y hasta partes del Estado) tiene fuera del país casi tanto dinero como la deuda externa argentina. Si recordamos, simplemente, que el presupuesto anual de la República Argentina es de 90 mil millones de dólares y el de la ciudad de Buenos Aires 7 mil millones, resulta muy sencillo advertir que son unas enormidades tanto la deuda como lo que tienen fuera un puñado de connacionales.

Ahora, mire Ud. qué sencillo: habrá leído y leerá más de una vez cuando, con bombos y platillos del gobierno de turno, la Argentina consigue un préstamo de sólo centenares de millones de dólares, o del monto que fuera, resulta que, lo único que tienen que hacer los bancos del exterior es ¡¡tomar dinero de los propios argentinos para prestarle a los argentinos!!

Ahora bien, como hace cualquier banco, paga un interés por el dinero que recibe y cobra otro mayor por el que presta, tal su negocio. Pero vea qué cosa, a los argentinos que depositan no les preguntan si es dinero bien habido, robado o producto de coimas, por ejemplo. En cambio, cuando le prestan a la Argentina, le exigen toda suerte de informes, fiscalizaciones (el FMI sigue opinando) y, por si fuera poco, le condicionan el destino de las inversiones para que el dinero vuelva a "los países prestamistas" en conceptos de consultorías, contratos de construcción, maquinarias, etc.

Ya George Canning, estadista inglés en época del primer crédito a la Argentina (gobiernos de M. Rodrìguez y B. Rivadavia, 1820 - 1827) y luego a otros países sudamericanos, lo tenía muy claro, escribió al respecto: "Los hechos están ejecutados, la cuña está puesta, Hispanoamérica es libre y, si sabemos dirigir bien el negocio, es inglesa". Tal cual, y nos va mucho peor, ahora son más los partícipes externos del negocio y, al interior, las élites políticas permisivas se reciclan (la minoría que se enriquece, claro).

Un absurdo continuado y de larga data en el que estamos metidos, pero una maravilla de negocio para el exterior Y siempre el absurdo es mayor, porque de lo que se trata es de seguir administrando de igual forma al país, que no sólo sigue pidiendo más y más plata prestada para cualquier destino, productivo o improductivo, sino que se piden préstamos para pagar préstamos. Encima, eludir o camuflar responsabilidades es lo más a mano. Si Ud. recurre a un banco o a un usurero y administra mal o dilapida el dinero recibido, no puede culpar al prestamista, la responsabilidad es suya.

¿Sabe qué? Ud., honradamente, no podría vivir de prestado pero, resulta que el país sí, nuestros políticos lo llevan por ese camino.

Jorge B. Hoyos Ty.
Agosto de 2006